Inicialmente se usaron pequeños balandros de popa cuadrada muy maniobrables, dedicados sobre todo a la captura de langostas y bogavantes. Provistos de nasas, pero también de palangres, estas ligeras embarcaciones fueron evolucionando hasta llegar a la construcción, entre 1900 y 1914, de barcos más grandes y eficientes con esloras comprendidas entre 9 y 12 metros. Dotados normalmente de semicubierta, poseían también un vivero, alimentado a través de pequeños agujeros en la parte inferior del forro del casco, que podía contener hasta tres centenares de langostas.
Estos balandros resultaban muy marineros, estables y de movimientos suaves gracias al lastre líquido de su vivero, pudiendo navegar con soltura aun con oleaje o con mar entrecortado y llevar su carga viva al puerto. Además, sus carenas de perfil en V bien marcado les conferían las cualidades de maniobrabilidad necesarias para moverse en los peligrosos parajes en que faenaban.
El modelo reproduce un balandro de los años 1900, previsto para una tripulación de cuatro o cinco hombres. El desarrollo del turismo de verano a principios de siglo también contribuye al consumo de grandes crustáceos, desde la costa de Trégor hasta Belle-Ile-en-mer. De abril a noviembre, un gran número de pescadores y marineros de la región, acompañados de sus esposas e hijos, emigran a los puertos del sur de Bretaña.
En el primer cuarto del S.XX, debido a la escasez de langostas en las costas locales, los pescadores empiezan a armar barcos de mayor porte para viajar a otros caladeros, principalmente a Mauritania, y los balandros langosteros van desapareciendo.
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